lunes, 28 de abril de 2008
De Eli Bravo
¿En algún momento has cambiado alguna conducta por el daño que causa a tu salud? Las aguas están subiendo y no es la marea. Para finales de siglo el nivel del mar podría ascender metro y medio y eso dejará a millones de personas sin hogar. Las aguas también están bajando. Los polos se derriten y los glaciares tropicales se convierten en arroyuelos que son un desagüe. En Antártica el deshielo creció 75% en la última década y en Venezuela el 70% de sus hielos han desaparecido en las últimas tres. Tenemos un planeta más caliente, ya no hay duda científica, y lo que hagamos por detener este proceso es una obligación con las próximas generaciones. A ellos les tocará vivir con el agua al cuello.El pasado 22 abril, Día Mundial de la Tierra, el nivel del debate ambiental distaba mucho del que existía en 1970 cuando la ONU decretó la fecha. Sin duda, hemos avanzado: hoy en día existe el diagnóstico, la tecnología y la posibilidad de un mercado y una política verde. Además existe la urgencia ante la amenaza a nuestras vidas.¿Y qué hace uno? Cambiar hábitos de consumo, tener conciencia del impacto ambiental en todo lo que hacemos y presionar para que la ecología no sea moda sino compromiso de acción a todo nivel. Un cambio que no sucede de golpe, sino es una adaptación gradual, un proceso que se inicia al momento que dejamos de ver el ambiente que nos rodea como algo ajeno y comenzamos a entenderlo como una extensión de lo que somos. Los árboles como nuestros pulmones. El agua como nuestra sangre. La tierra como nuestro cuerpo. ¿No son los mismos elementos combinados en distinta forma y proporción? Nuestro destino está inevitablemente ligado al del planeta en el que vivimos. Así como no podemos atentar contra nuestro cuerpo físico sin sufrir consecuencias, lo mismo sucede con nuestro cuerpo ambiental.¿En algún momento has cambiado alguna conducta por el daño que causa a tu salud? Quizás algo similar puedes hacer en tu vida cotidiana por la salud del planeta. Una pequeña decisión hoy, un nuevo hábito la semana que viene, y a la vuelta de un año podrás estar viviendo, sin darte cuenta, una vida más verde y en mayor armonía con este mundo, el único que tenemos. Imagina además que millones de personas hacen lo mismo. You might say I´m a dreamer, but I´m not the only one.www.elibravo.com/caldo.php
martes, 22 de abril de 2008
La descomposición de la ecología
Por Jorge Alcalde
¿Alguna vez se ha preguntado por qué hay tan pocos ecologistas entre los ecólogos? Es decir, ¿qué tiene el mensaje ambientalista tan de moda que lo aleja sistemáticamente de las academias?
Quizá la respuesta más sencilla pase por reconocer directamente que el ecologismo no es una ciencia (sí lo es la ecología), y que la confusión entre ambos términos tiene raíces que van más allá de la simple similitud fonética.
Ángel Guerra y Santiago Pascual, doctores en Biología, expertos ecólogos y amantes de la naturaleza ambos, han desentrañado las causas de esta mistificación generalizada y, lo que es más importante, sus efectos sobre la divulgación correcta de la ciencia. Lo hacen en un libro breve e intenso escrito desde la premisa suprema del rigor intelectual, con ciertos rasgos de nostalgia y que no huye de las dificultades.
Los autores nos alertan desde las primeras páginas de que el uso del término ecología ha experimentado una gigantesca y peligrosa inflación desde la segunda mitad del siglo pasado. La terminología ecológica se ha popularizado por obra y gracia de un tándem peligroso, el conformado por los grupos ecoactivistas (poco dados al rigor) y los medios de comunicación, demasiado entregados a la transmisión acrítica de los mensajes de los primeros.
Como resultado, la ecología ha llegado al gran público desnuda de su ropaje científico, vaciada de todo su rigor académico y restringida sólo a aquellos temas que tienen que ver con el impacto de la actividad humana sobre el medio ambiente. "En cierto modo –sostienen los autores– la Ecología se ha trivializado tanto que hoy en día es sólo sinónimo de limpieza y recuperación" de paisajes, animales o plantas.
Para estos biólogos, ecólogos y amantes de la naturaleza, tamaña trivialización duele. La ecología es una ciencia inveterada, basada en un añejo y profundo respeto por el medio y un conocimiento objetivo de las complicadas relaciones entre los seres humanos y el resto de las especies vivas. Se trata de un legado demasiado importante como para dejarlo en manos de activistas políticos de la izquierda rojiverde, economistas y gobernantes deudores de la corrección política, intelectuales enamorados de causas perdidas, buscadores varios de vidas subvencionadas y gentes por el estilo. Así las cosas, Guerra y Pascual denuncian el divorcio entre ecologismo y ciencia sin ambages:
La metodología y la retórica del movimiento ecologista no han sido siempre impecables (…) Los que trabajan en hacer realidad un nuevo ethos en la gestión global de la naturaleza han tenido dificultades a la hora de establecer alianzas con los (auténticos) profesionales de la Ecología, despertando en muchas ocasiones suspicacias en la comunidad científica.
La conclusión no puede ser más clara: el movimiento ecologista, que se vende a menudo como resultado de la destilación del método científico en materia ambiental, no goza ni de lejos del aplauso de la Academia. Para colmo, la instrumentalización política de la ecología ha derivado en una catarata de medidas que en muchas ocasiones "no están orientadas a la solución de problemas reales, sino que están más bien motivadas por razones de transfondo mediático o presiones sociales de determinados colectivos".
¿Les parece obvio? Pues no lo es. Sorprende constatar la cantidad de mentes privilegiadas de nuestro panorama gestor que aún no lo consideran así. Por eso no basta con gritar que el ecologismo no es una ciencia, hay que objetivar por qué no lo es, en qué se parece más a una pseudociencia y qué efectos perniciosos pueden derivarse de esto para la correcta difusión de la auténtica ciencia ecológica.
Uno de ellos, magistralmente retratado en el libro, es la popularización de un uso erróneo del concepto "principio de precaución". Estas tres palabras, invocadas hasta la saciedad por los grupos de presión verdes para justificar sus constantes negativas a cualquier aplicación novedosa de la tecnología (desde las centrales nucleares hasta las antenas de telefonía móvil, pasando por los alimentos modificados genéticamente) realmente no significan lo que Greenpeace y sus altavoces mediáticos (es decir, casi todos los medios) suponen. El Derecho Internacional comenzó a referirse al principio de precaución en 1987, en el marco de la II Conferencia Internacional sobre Protección del Mar del Norte, donde se recogía la doctrina alemana del Vorsorgeprinzip de los 70. Hoy, los grupos ecologistas lo utilizan como regla imperativa de abstención: "Ante la duda, abstente". Su aplicación paralizaría cualquier evolución técnico-científica, pues de ninguna de ellas puede sustraerse la incertidumbre. Toda decisión conlleva riesgo. Tratar de eliminar el riesgo provoca la inacción.
Sin embargo, el principio de precaución, tal como originalmente se definió, consiste en limitar la actividad a un entorno objetivo de análisis del riesgo, de tal manera que se pueda invocar cuando haya pruebas definitivas del perjuicio de una actividad, o bien cuando no exista modo científico capaz de evaluar su impacto con garantías.
Errores como éste son comunes en la terminología ecologista, y, lo que es peor, conducen a decisiones políticas carentes de sustento intelectual. Este libro pretende clarificar algunos de ellos desde el análisis científico de los métodos empleados por los movimientos de defensa de la naturaleza.
Sin duda, La descomposición de la ecología es una herramienta útil para aquellos que amamos el medio ambiente, seguimos creyendo que es necesario actuar a favor de su conservación, vemos con dolor las heridas que el ser humano es capaz de infligirle pero queremos seguir considerándonos defensores de la naturaleza sin que se nos caiga la cara de vergüenza cuando escuchamos algunos discursos "ecologistas".
ÁNGEL GUERRA SIERRA Y SANTIAGO PASCUAL DEL HIERRO: LA DESCOMPOSICIÓN DE LA ECOLOGÍA. Netbiblo (La Coruña), 2008, 144 páginas.
JORGE ALCALDE dirige y presenta en LDTV el programa VIVE LA CIENCIA.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234569
¿Alguna vez se ha preguntado por qué hay tan pocos ecologistas entre los ecólogos? Es decir, ¿qué tiene el mensaje ambientalista tan de moda que lo aleja sistemáticamente de las academias?
Quizá la respuesta más sencilla pase por reconocer directamente que el ecologismo no es una ciencia (sí lo es la ecología), y que la confusión entre ambos términos tiene raíces que van más allá de la simple similitud fonética.
Ángel Guerra y Santiago Pascual, doctores en Biología, expertos ecólogos y amantes de la naturaleza ambos, han desentrañado las causas de esta mistificación generalizada y, lo que es más importante, sus efectos sobre la divulgación correcta de la ciencia. Lo hacen en un libro breve e intenso escrito desde la premisa suprema del rigor intelectual, con ciertos rasgos de nostalgia y que no huye de las dificultades.
Los autores nos alertan desde las primeras páginas de que el uso del término ecología ha experimentado una gigantesca y peligrosa inflación desde la segunda mitad del siglo pasado. La terminología ecológica se ha popularizado por obra y gracia de un tándem peligroso, el conformado por los grupos ecoactivistas (poco dados al rigor) y los medios de comunicación, demasiado entregados a la transmisión acrítica de los mensajes de los primeros.
Como resultado, la ecología ha llegado al gran público desnuda de su ropaje científico, vaciada de todo su rigor académico y restringida sólo a aquellos temas que tienen que ver con el impacto de la actividad humana sobre el medio ambiente. "En cierto modo –sostienen los autores– la Ecología se ha trivializado tanto que hoy en día es sólo sinónimo de limpieza y recuperación" de paisajes, animales o plantas.
Para estos biólogos, ecólogos y amantes de la naturaleza, tamaña trivialización duele. La ecología es una ciencia inveterada, basada en un añejo y profundo respeto por el medio y un conocimiento objetivo de las complicadas relaciones entre los seres humanos y el resto de las especies vivas. Se trata de un legado demasiado importante como para dejarlo en manos de activistas políticos de la izquierda rojiverde, economistas y gobernantes deudores de la corrección política, intelectuales enamorados de causas perdidas, buscadores varios de vidas subvencionadas y gentes por el estilo. Así las cosas, Guerra y Pascual denuncian el divorcio entre ecologismo y ciencia sin ambages:
La metodología y la retórica del movimiento ecologista no han sido siempre impecables (…) Los que trabajan en hacer realidad un nuevo ethos en la gestión global de la naturaleza han tenido dificultades a la hora de establecer alianzas con los (auténticos) profesionales de la Ecología, despertando en muchas ocasiones suspicacias en la comunidad científica.
La conclusión no puede ser más clara: el movimiento ecologista, que se vende a menudo como resultado de la destilación del método científico en materia ambiental, no goza ni de lejos del aplauso de la Academia. Para colmo, la instrumentalización política de la ecología ha derivado en una catarata de medidas que en muchas ocasiones "no están orientadas a la solución de problemas reales, sino que están más bien motivadas por razones de transfondo mediático o presiones sociales de determinados colectivos".
¿Les parece obvio? Pues no lo es. Sorprende constatar la cantidad de mentes privilegiadas de nuestro panorama gestor que aún no lo consideran así. Por eso no basta con gritar que el ecologismo no es una ciencia, hay que objetivar por qué no lo es, en qué se parece más a una pseudociencia y qué efectos perniciosos pueden derivarse de esto para la correcta difusión de la auténtica ciencia ecológica.
Uno de ellos, magistralmente retratado en el libro, es la popularización de un uso erróneo del concepto "principio de precaución". Estas tres palabras, invocadas hasta la saciedad por los grupos de presión verdes para justificar sus constantes negativas a cualquier aplicación novedosa de la tecnología (desde las centrales nucleares hasta las antenas de telefonía móvil, pasando por los alimentos modificados genéticamente) realmente no significan lo que Greenpeace y sus altavoces mediáticos (es decir, casi todos los medios) suponen. El Derecho Internacional comenzó a referirse al principio de precaución en 1987, en el marco de la II Conferencia Internacional sobre Protección del Mar del Norte, donde se recogía la doctrina alemana del Vorsorgeprinzip de los 70. Hoy, los grupos ecologistas lo utilizan como regla imperativa de abstención: "Ante la duda, abstente". Su aplicación paralizaría cualquier evolución técnico-científica, pues de ninguna de ellas puede sustraerse la incertidumbre. Toda decisión conlleva riesgo. Tratar de eliminar el riesgo provoca la inacción.
Sin embargo, el principio de precaución, tal como originalmente se definió, consiste en limitar la actividad a un entorno objetivo de análisis del riesgo, de tal manera que se pueda invocar cuando haya pruebas definitivas del perjuicio de una actividad, o bien cuando no exista modo científico capaz de evaluar su impacto con garantías.
Errores como éste son comunes en la terminología ecologista, y, lo que es peor, conducen a decisiones políticas carentes de sustento intelectual. Este libro pretende clarificar algunos de ellos desde el análisis científico de los métodos empleados por los movimientos de defensa de la naturaleza.
Sin duda, La descomposición de la ecología es una herramienta útil para aquellos que amamos el medio ambiente, seguimos creyendo que es necesario actuar a favor de su conservación, vemos con dolor las heridas que el ser humano es capaz de infligirle pero queremos seguir considerándonos defensores de la naturaleza sin que se nos caiga la cara de vergüenza cuando escuchamos algunos discursos "ecologistas".
ÁNGEL GUERRA SIERRA Y SANTIAGO PASCUAL DEL HIERRO: LA DESCOMPOSICIÓN DE LA ECOLOGÍA. Netbiblo (La Coruña), 2008, 144 páginas.
JORGE ALCALDE dirige y presenta en LDTV el programa VIVE LA CIENCIA.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234569
lunes, 21 de abril de 2008
Suecia: el fin de la mayor utopía progre del siglo XX

Por Manuel Llamas
Suecia, otrora paradigma del Estado de Bienestar, se ha convertido hoy en el adalid de la privatización de los servicios públicos.
Hasta hace escasos años, el país nórdico recibía las pleitesías y más grandes alabanzas de la socialdemocracia europea como ejemplo de desarrollo económico y social. Sin embargo, para desdicha de la izquierda, el "modelo sueco" ha muerto. Suecia se ha embarcado en un intenso y creciente proceso de liberalización sin parangón en el Viejo Continente. La nueva deriva emprendida por la clase política de aquel país ha puesto punto y final al último gran mito de la economía planificada en Occidente.
La obra de Mauricio Rojas Reinventar el Estado de Bienestar, editada por Gota a Gota, desgrana los grandes cambios sociopolíticos que se han producido en Suecia. Desde mediados de los años 90, en ese país se aboga por la cesión al sector privado de un amplio abanico de servicios sociales que hasta hace poco manejaba exclusivamente el Estado, tales como la educación, la sanidad, la atención a la tercera edad, el sistema de pensiones o las prestaciones por desempleo y enfermedad, por citar sólo unos pocos.
Tras casi treinta años de férreo control público, Suecia sucumbió a una grave crisis económica, a principios de los 90. Entonces, la red estatal en la que tanto confiaban sus ciudadanos se vino abajo como un castillo de naipes, poniendo así al descubierto una de la mayores falacias políticas de la segunda mitad del siglo XX: el bienestar social.
Hasta 1950 Suecia había logrado un relevante desarrollo económico gracias a la escasa intervención pública y los bajos impuestos. Sin embargo, veinte años más tarde (1970) alcanzaba su cenit en cuanto a expansión estatal e impositiva se refiere, lastrando con ello los avances logrados hasta el momento. Rojas, economista y diputado del Partido Liberal, recuerda que entre 1950 y 1973 el crecimiento sueco fue el más lento de Europa Occidental, excepción hecha del británico.
Por entonces Suecia había emprendido la "vía socialdemócrata al socialismo". Rojas explica cómo los Gobiernos del país, en lugar de socializar los medios de producción, se incautaban de los recursos económicos de las empresas y los ciudadanos para, a través de unas onerosas cargas fiscales, "socializar los ingresos y, con ello, el consumo". Así, la presión tributaria se duplicó entre 1960 y 1989, pasando del 28 al 56% del PIB.
Con tal capacidad recaudatoria, no es de extrañar que el gasto público pasara del 31 al 60% del PIB entre 1960 y 1980. Había nacido el modelo sueco. El Estado monopolizaba un amplio sector de servicios de bienestar "totalmente politizado y herméticamente cerrado" tanto a las preferencias de los usuarios como a la competencia de las empresas privadas, que se consideraba desleal e ilegítima. El sistema, basado en una elevada confiscación de salarios y beneficios empresariales, aseguraba a todos los suecos un considerable nivel de ingresos y beneficios sociales mediante la función redistribuidora propia del poder político.
Eso decía la teoría. En la práctica, las cosas eran bien distintas. Entre 1960 y 1990 el empleo aumentó un 81% en EEUU; en Suecia, un raquítico 25% (menos de un 1% anual de media). El crecimiento del PIB se ralentizó, y los suecos perdieron poder adquisitivo frente a los estadounidenses.
Como ya hemos comentado, la libertad de elección y decisión de los suecos se vio severamente restringida por la coacción estatal. Así, Rojas detalla cómo el Estado intervenía en materias circunscritas al ámbito estrictamente privado, tales como la formación de la familia (Suecia aplicó durante décadas un amplio programa de esterilización selectiva de individuos) o la elección de vivienda (con políticas que combinaban las ayudas sociales con unas cargas tributarias elevadísimas).
Llegados a este punto, huelga decir que la educación básica, la sanidad o los servicios asistenciales eran también, en su inmensa mayoría, de titularidad pública. Y el ciudadano apenas podía, cuando podía, elegir.
El sueño keynesiano llegó a su fin en la primera mitad de los 90. Suecia entró en recesión: con el PIB estancado, el paró alcanzó el 13% en 1993, y la crisis fiscal que hubo de hacer frente el país fue de enorme magnitud. A la sustancial caída de los ingresos tributarios se sumó una cifra récord de gasto social, que llegó a representar el 72,4% del PIB. El elevado déficit y el endeudamiento público tuvieron por consecuencia el colapso del sistema de bienestar... y el consiguiente renacimiento del pensamiento liberal, firme detractor del paternalismo estatal imperante.
La reforma del modelo consistió, básicamente, en la sustitución del monopolio estatal de los servicios públicos mediante una creciente privatización de la gestión de los mismos. Suecia implantó los denominados vales de bienestar; es decir, se optó por transferir recursos a los ciudadanos para que éstos escogieran libremente entre una amplia oferta de servicios sociales privatizados. De este modo, por primera vez en décadas los padres podían elegir, sin costo extra, la escuela de su preferencia, ya fuera dentro del sector público o entre las denominadas escuelas independientes. Lo mismo ocurrió en materia de salud y atención médica, o en lo relacionado con el cuidado de los niños y los ancianos. A través de un sistema de licitaciones a cargo de los gobiernos provinciales y municipales (Suecia cuenta con un modelo político ampliamente descentralizado), las empresas pudieron ofertar servicios de bienestar en igualdad de condiciones y en directa competencia con el sector público.
En la actualidad, el país nórdico cuenta con cerca de 1.000 escuelas independientes, a las que asisten más de 135.000 alumnos. Mientras, casi el 35% del gasto público en salud se consume en la provisión privada de servicios médicos, aunque dicho porcentaje varía en función de las distintas regiones. Por lo que hace a los ancianos, disponen de vales o cheques públicos para cubrir diversas (cursos, terapias, entrenamiento físico específico, residencias, etcétera).
Asimismo, el Gobierno sueco apostó por la capitalización parcial del sistema público de pensiones, lo cual posibilitó, en gran parte, la reducción del abultado déficit del Estado. Además, en los últimos años se ha aplicado una sustancial rebaja de impuestos relacionados con el trabajo. Así, cada asalariado dispone hoy de 110 euros más al mes –de media– que hace apenas dos años, al tiempo que se ha reducido la carga tributaria en la contratación laboral.
Por último, cabe destacar la reforma del sistema de seguros de desempleo y enfermedad. Se han eliminado prestaciones y se han endurecido los requisitos exigibles para acceder a este tipo de servicios. Como consecuencia, quince años después del inicio de este ambicioso plan de reestructuración, Suecia se ha colocado nuevamente a la vanguardia del crecimiento económico entre los países más avanzados.
En términos generales, la carga tributaria que soportan los suecos se ha reducido de media un 15% desde 1990, al tiempo que el gasto y la deuda pública han caído un 20 y un 43%, respectivamente. Según Rojas, Suecia ha pasado del Estado de Bienestar clásico a un nuevo "Estado Posibilitador", en el que la gente cuenta con una mayor libertad de elección a la hora de consumir servicios sociales.
Así pues, el gran mito del movimiento progresista ha muerto. El intervencionismo público ha fracasado una vez más. Ahora bien, pese al desmentelamiento del monopolio estatal en múltiples sectores, Suecia sigue teniendo un Estado de gran tamaño. En esencia, la reforma sueca ha dado lugar a un nuevo modelo: el "capitalismo del bienestar", que dice Rojas. El objetivo es que las empresas, sin dejar de lado el aspecto comercial, "formen parte integral del sistema de prestación de servicios públicamente financiados", escribe este diputado liberal de origen chileno.
La regla general sigue siendo la financiación pública directa (vía asignación presupuestaria o pago público a la firma licitadora) o indirecta (a través de los denominados vales o cheques de bienestar) de los servicios básicos. De este modo, en Suecia la carga tributaria sigue siendo elevada, pues sigue siendo el erario público quien mantiene la red asistencial del país. Se trata de un sistema mixto, basado en la colaboración entre los sectores público y privado, que, si bien ha demostrado un mayor grado de eficiencia que el anterior, el del monopolio estatal, no parece pensado para dar el paso definitivo hacia la privatización total.
Suecia ha empezado a transitar la senda de la liberalización, pero aún le queda mucho camino por recorrer. La obra de Rojas arroja un rayo de luz y esperanza sobre las reformas emprendidas por la sociedad y la clase política de este paradigmático país nórdico. Al menos, para consuelo de aquellos que se hacen llamar liberales, el mito progre del "modelo sueco" se ha desvanecido entre las tinieblas del intervencionismo público más retrógrado y déspota que ha conocido Occidente tras la caída del Muro de Berlín.
MAURICIO ROJAS: REINVENTAR EL ESTADO DEL BIENESTAR. Gota a Gota (Madrid), 2008, 152 páginas. Prólogo de JOSÉ MARÍA AZNAR.
MANUEL LLAMAS, jefe de Economía de LIBERTAD DIGITAL.
Suecia, otrora paradigma del Estado de Bienestar, se ha convertido hoy en el adalid de la privatización de los servicios públicos.
Hasta hace escasos años, el país nórdico recibía las pleitesías y más grandes alabanzas de la socialdemocracia europea como ejemplo de desarrollo económico y social. Sin embargo, para desdicha de la izquierda, el "modelo sueco" ha muerto. Suecia se ha embarcado en un intenso y creciente proceso de liberalización sin parangón en el Viejo Continente. La nueva deriva emprendida por la clase política de aquel país ha puesto punto y final al último gran mito de la economía planificada en Occidente.
La obra de Mauricio Rojas Reinventar el Estado de Bienestar, editada por Gota a Gota, desgrana los grandes cambios sociopolíticos que se han producido en Suecia. Desde mediados de los años 90, en ese país se aboga por la cesión al sector privado de un amplio abanico de servicios sociales que hasta hace poco manejaba exclusivamente el Estado, tales como la educación, la sanidad, la atención a la tercera edad, el sistema de pensiones o las prestaciones por desempleo y enfermedad, por citar sólo unos pocos.
Tras casi treinta años de férreo control público, Suecia sucumbió a una grave crisis económica, a principios de los 90. Entonces, la red estatal en la que tanto confiaban sus ciudadanos se vino abajo como un castillo de naipes, poniendo así al descubierto una de la mayores falacias políticas de la segunda mitad del siglo XX: el bienestar social.
Hasta 1950 Suecia había logrado un relevante desarrollo económico gracias a la escasa intervención pública y los bajos impuestos. Sin embargo, veinte años más tarde (1970) alcanzaba su cenit en cuanto a expansión estatal e impositiva se refiere, lastrando con ello los avances logrados hasta el momento. Rojas, economista y diputado del Partido Liberal, recuerda que entre 1950 y 1973 el crecimiento sueco fue el más lento de Europa Occidental, excepción hecha del británico.
Por entonces Suecia había emprendido la "vía socialdemócrata al socialismo". Rojas explica cómo los Gobiernos del país, en lugar de socializar los medios de producción, se incautaban de los recursos económicos de las empresas y los ciudadanos para, a través de unas onerosas cargas fiscales, "socializar los ingresos y, con ello, el consumo". Así, la presión tributaria se duplicó entre 1960 y 1989, pasando del 28 al 56% del PIB.
Con tal capacidad recaudatoria, no es de extrañar que el gasto público pasara del 31 al 60% del PIB entre 1960 y 1980. Había nacido el modelo sueco. El Estado monopolizaba un amplio sector de servicios de bienestar "totalmente politizado y herméticamente cerrado" tanto a las preferencias de los usuarios como a la competencia de las empresas privadas, que se consideraba desleal e ilegítima. El sistema, basado en una elevada confiscación de salarios y beneficios empresariales, aseguraba a todos los suecos un considerable nivel de ingresos y beneficios sociales mediante la función redistribuidora propia del poder político.
Eso decía la teoría. En la práctica, las cosas eran bien distintas. Entre 1960 y 1990 el empleo aumentó un 81% en EEUU; en Suecia, un raquítico 25% (menos de un 1% anual de media). El crecimiento del PIB se ralentizó, y los suecos perdieron poder adquisitivo frente a los estadounidenses.
Como ya hemos comentado, la libertad de elección y decisión de los suecos se vio severamente restringida por la coacción estatal. Así, Rojas detalla cómo el Estado intervenía en materias circunscritas al ámbito estrictamente privado, tales como la formación de la familia (Suecia aplicó durante décadas un amplio programa de esterilización selectiva de individuos) o la elección de vivienda (con políticas que combinaban las ayudas sociales con unas cargas tributarias elevadísimas).
Llegados a este punto, huelga decir que la educación básica, la sanidad o los servicios asistenciales eran también, en su inmensa mayoría, de titularidad pública. Y el ciudadano apenas podía, cuando podía, elegir.
El sueño keynesiano llegó a su fin en la primera mitad de los 90. Suecia entró en recesión: con el PIB estancado, el paró alcanzó el 13% en 1993, y la crisis fiscal que hubo de hacer frente el país fue de enorme magnitud. A la sustancial caída de los ingresos tributarios se sumó una cifra récord de gasto social, que llegó a representar el 72,4% del PIB. El elevado déficit y el endeudamiento público tuvieron por consecuencia el colapso del sistema de bienestar... y el consiguiente renacimiento del pensamiento liberal, firme detractor del paternalismo estatal imperante.
La reforma del modelo consistió, básicamente, en la sustitución del monopolio estatal de los servicios públicos mediante una creciente privatización de la gestión de los mismos. Suecia implantó los denominados vales de bienestar; es decir, se optó por transferir recursos a los ciudadanos para que éstos escogieran libremente entre una amplia oferta de servicios sociales privatizados. De este modo, por primera vez en décadas los padres podían elegir, sin costo extra, la escuela de su preferencia, ya fuera dentro del sector público o entre las denominadas escuelas independientes. Lo mismo ocurrió en materia de salud y atención médica, o en lo relacionado con el cuidado de los niños y los ancianos. A través de un sistema de licitaciones a cargo de los gobiernos provinciales y municipales (Suecia cuenta con un modelo político ampliamente descentralizado), las empresas pudieron ofertar servicios de bienestar en igualdad de condiciones y en directa competencia con el sector público.
En la actualidad, el país nórdico cuenta con cerca de 1.000 escuelas independientes, a las que asisten más de 135.000 alumnos. Mientras, casi el 35% del gasto público en salud se consume en la provisión privada de servicios médicos, aunque dicho porcentaje varía en función de las distintas regiones. Por lo que hace a los ancianos, disponen de vales o cheques públicos para cubrir diversas (cursos, terapias, entrenamiento físico específico, residencias, etcétera).
Asimismo, el Gobierno sueco apostó por la capitalización parcial del sistema público de pensiones, lo cual posibilitó, en gran parte, la reducción del abultado déficit del Estado. Además, en los últimos años se ha aplicado una sustancial rebaja de impuestos relacionados con el trabajo. Así, cada asalariado dispone hoy de 110 euros más al mes –de media– que hace apenas dos años, al tiempo que se ha reducido la carga tributaria en la contratación laboral.
Por último, cabe destacar la reforma del sistema de seguros de desempleo y enfermedad. Se han eliminado prestaciones y se han endurecido los requisitos exigibles para acceder a este tipo de servicios. Como consecuencia, quince años después del inicio de este ambicioso plan de reestructuración, Suecia se ha colocado nuevamente a la vanguardia del crecimiento económico entre los países más avanzados.
En términos generales, la carga tributaria que soportan los suecos se ha reducido de media un 15% desde 1990, al tiempo que el gasto y la deuda pública han caído un 20 y un 43%, respectivamente. Según Rojas, Suecia ha pasado del Estado de Bienestar clásico a un nuevo "Estado Posibilitador", en el que la gente cuenta con una mayor libertad de elección a la hora de consumir servicios sociales.
Así pues, el gran mito del movimiento progresista ha muerto. El intervencionismo público ha fracasado una vez más. Ahora bien, pese al desmentelamiento del monopolio estatal en múltiples sectores, Suecia sigue teniendo un Estado de gran tamaño. En esencia, la reforma sueca ha dado lugar a un nuevo modelo: el "capitalismo del bienestar", que dice Rojas. El objetivo es que las empresas, sin dejar de lado el aspecto comercial, "formen parte integral del sistema de prestación de servicios públicamente financiados", escribe este diputado liberal de origen chileno.
La regla general sigue siendo la financiación pública directa (vía asignación presupuestaria o pago público a la firma licitadora) o indirecta (a través de los denominados vales o cheques de bienestar) de los servicios básicos. De este modo, en Suecia la carga tributaria sigue siendo elevada, pues sigue siendo el erario público quien mantiene la red asistencial del país. Se trata de un sistema mixto, basado en la colaboración entre los sectores público y privado, que, si bien ha demostrado un mayor grado de eficiencia que el anterior, el del monopolio estatal, no parece pensado para dar el paso definitivo hacia la privatización total.
Suecia ha empezado a transitar la senda de la liberalización, pero aún le queda mucho camino por recorrer. La obra de Rojas arroja un rayo de luz y esperanza sobre las reformas emprendidas por la sociedad y la clase política de este paradigmático país nórdico. Al menos, para consuelo de aquellos que se hacen llamar liberales, el mito progre del "modelo sueco" se ha desvanecido entre las tinieblas del intervencionismo público más retrógrado y déspota que ha conocido Occidente tras la caída del Muro de Berlín.
MAURICIO ROJAS: REINVENTAR EL ESTADO DEL BIENESTAR. Gota a Gota (Madrid), 2008, 152 páginas. Prólogo de JOSÉ MARÍA AZNAR.
MANUEL LLAMAS, jefe de Economía de LIBERTAD DIGITAL.
sábado, 5 de abril de 2008

La Merienda del Señor Verde publicada por Ediciones Ekaré obtiene la distinción White Raven 2008 de la International Jugendbiblithek de Munich
Escrita e ilustrada por Javier Sáez Castán, La Merienda del Señor Verde, será exhibida en la exposición que tendrá lugar en la feria del Libro Infantil de Bologna
Este año el título de Ediciones Ekaré, La Merienda del Señor Verde ha sido distinguido con los White Ravens de la International Jugendbibliotehek de Munich. La Jugendbibliothek (Biblioteca Juvenil Internacional) de Munich fue fundada en 1949 por Jella Lepman y contiene la mayor colección de libros infantiles y juveniles a nivel internacional, convirtiéndosese en punto de referencia para todos los especialistas, autores, ilustradores e editores que se desempeñan en esta área. Anualmente un equipo de investigadores realiza una selección de 250 títulos a nivel mundial que sobresalen por su calidad artística y literaria. Javier Saéz Castán, autor e ilustrador de La Merienda del Señor Verde, ha recibido con anterioridad esta distinción en la categoría Mención Especial, por otro título publicado por Ediciones Ekaré: Los tres erizos. En año anteriores, los títulos de Ediciones Ekaré clasificados por esta institución como unos de los mejores en Venezuela y el mundo son: El dueño de la luz, Chumba la cachumba, Mambrú se fue a la guerra, Bernardo y Canelo, La Composición, Matías dibuja el sol, Chamario. Los libros pertenecientes a la lista White Raven son agrupados en un catálogo anual y expuestos en La Feria del libro infantil de Bologna, una de las más prestigiosas del medio que tendrá lugar del 31 de marzo al 03 de abril . Como es costumbre, Ediciones Ekaré estará presente en su stand atendiendo editores, autores, ilustradores y mostrando las novedades de 2008.
Escrita e ilustrada por Javier Sáez Castán, La Merienda del Señor Verde, será exhibida en la exposición que tendrá lugar en la feria del Libro Infantil de Bologna
Este año el título de Ediciones Ekaré, La Merienda del Señor Verde ha sido distinguido con los White Ravens de la International Jugendbibliotehek de Munich. La Jugendbibliothek (Biblioteca Juvenil Internacional) de Munich fue fundada en 1949 por Jella Lepman y contiene la mayor colección de libros infantiles y juveniles a nivel internacional, convirtiéndosese en punto de referencia para todos los especialistas, autores, ilustradores e editores que se desempeñan en esta área. Anualmente un equipo de investigadores realiza una selección de 250 títulos a nivel mundial que sobresalen por su calidad artística y literaria. Javier Saéz Castán, autor e ilustrador de La Merienda del Señor Verde, ha recibido con anterioridad esta distinción en la categoría Mención Especial, por otro título publicado por Ediciones Ekaré: Los tres erizos. En año anteriores, los títulos de Ediciones Ekaré clasificados por esta institución como unos de los mejores en Venezuela y el mundo son: El dueño de la luz, Chumba la cachumba, Mambrú se fue a la guerra, Bernardo y Canelo, La Composición, Matías dibuja el sol, Chamario. Los libros pertenecientes a la lista White Raven son agrupados en un catálogo anual y expuestos en La Feria del libro infantil de Bologna, una de las más prestigiosas del medio que tendrá lugar del 31 de marzo al 03 de abril . Como es costumbre, Ediciones Ekaré estará presente en su stand atendiendo editores, autores, ilustradores y mostrando las novedades de 2008.
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